Con la reforma laboral que cursa actualmente en el Congreso de la República, el turismo -sector con una de las mayores tasas de informalidad del país- afronta un riesgo inminente: perder su potencial como motor de desarrollo económico sostenible para Colombia. En lugar de impulsarlo, la reforma amenaza con agravar la informalidad, que ya oscila del 55% al 75%, y llevarla a niveles insostenibles.
Las cifras oficiales indican que entre el 55% y 65% de los trabajadores en Cartagena, Santa Marta, San Andrés o el Eje Cafetero están en la informalidad. Según los gremios turísticos, esta cifra puede llegar al 75% según la región.Estos actores, que conocen el funcionamiento real de la industria de viajes, hotelería, restaurantes y servicios, advierten que los efectos de una reforma regresiva podrían reducir el empleo formal hasta en un 15%.
Tras la primera reforma tributaria del actual gobierno (2022), que eliminó exenciones fiscales al turismo, subió el impuesto de renta a personas y empresas, y aplicó sobretasas al sector energético, las dificultades se agravaron. Todo esto ocurrió mientras el empresariado apenas se recuperaba del golpe de 2020 con el cierre total por la pandemia.
Aunque el turismo internacional crece (8,5% en 2024 y 6,8% en el primer trimestre de 2025), el mercado interno acumula 24 meses de cifras negativas. El Gobierno celebra supuestos logros por mayores ingresos, pero estos responden a la inercia de políticas pasadas, no a una estrategia pública coherente.
La verdadera alarma es que se hable de una informalidad del 70% como si fuera algo normal, cuando en realidad refleja a un Estado incapaz de brindar condiciones mínimas para que empresarios y trabajadores operen en la legalidad. Esta reforma, con más cargas y rigidez, pondría al sector productivo en la sombra de la economía informal y a miles de trabajadores en mayor precariedad.
El proyecto de reforma incrementa recargos y rigideces en contratación, limita figuras necesarias como contratos por días o temporadas, afecta la operación en zonas rurales con baja supervisión y llevará al cierre de pequeñas empresas que no puedan adaptarse. Justamente las más vulnerables.
El encarecimiento del recurso humano podría disparar la automatización (auto check-in, guías digitales), reducción de horarios, enfoque exclusivo en turismo de alto valor y pérdida de competitividad frente a países como México, Perú o Ecuador.
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