Es probable que la reciente crisis diplomática entre Colombia y Estados Unidos no pase de ser un enfrentamiento de tuiteros, como lo son sus presidentes. Sin embargo, la diferencia de opiniones y la arrogancia del poder en ambos lados podrían desencadenar una involución histórica e irreparable en el corto y mediano plazo para las relaciones políticas y económicas. Y en este contexto, el turismo también se verá afectado, pues nada es más perjudicial para los negocios que la incertidumbre, y nada mejor que unas relaciones internacionales sólidas para alentar a los viajeros e incentivar la inversión en el sector.
María Claudia Lacouture.
El turismo ha sido un motor clave para la economía colombiana, con un crecimiento sostenido en los últimos años. Los estadounidenses son nuestros principales visitantes, con 1.194.642 viajeros en 2024, lo que representó el 26% del total de llegadas internacionales, según cifras oficiales del MinCIT. Estos turistas generan ingresos en más de 40 sectores relacionados con el turismo. En sentido contrario, 1.697.330 colombianos viajaron a EE. UU. en 2024, representando el 30% del total de nacionales que salieron del país. El incremento de la conectividad aérea ha sido clave para consolidar a Colombia como un destino atractivo en Norteamérica.
Una relación bilateral tensa, especialmente en lo consular, podría afectar directamente este flujo de turistas. Restricciones adicionales, inspecciones más rigurosas en los aeropuertos y dificultades en la obtención de visas podrían desalentar los viajes entre ambos países, llevando a los turistas a buscar otros destinos más accesibles y estables.
El turismo de negocios también se vería impactado. Congresos, ferias y convenciones atraen cada año a miles de empresarios y profesionales, muchos de ellos provenientes de Estados Unidos. Si las relaciones comerciales se deterioran, es inevitable que esta participación se reduzca, afectando toda la cadena de valor del sector.
Asimismo, la inversión en infraestructura turística, en gran parte respaldada por capital extranjero, podría verse frenada. Empresas estadounidenses en los sectores hotelero y de servicios podrían replantear sus proyectos o redirigir sus inversiones hacia mercados más predecibles. Esto tendría un impacto directo en la generación de empleo y en el desarrollo de regiones que dependen del turismo internacional.
Ante este desafiante panorama, Colombia debe reforzar su oferta turística en segmentos de alta demanda, como el ecoturismo, el turismo de bienestar y las experiencias culturales. Promover los destinos de forma eficiente y acertada, y mejorar la infraestructura turística serán estrategias fundamentales para mantener la competitividad en el escenario global.
Es imperativo que el gobierno y el sector privado trabajen en conjunto para minimizar los impactos y fortalecer la resiliencia del turismo colombiano. En un mundo donde la política y la economía influyen directamente en las decisiones de viaje, Colombia debe anticiparse y adaptarse para garantizar que su industria turística siga creciendo, incluso en tiempos de turbulencia diplomática.
Las relaciones internacionales deben manejarse con diplomacia, prudencia, responsabilidad y respeto. Las tensiones comerciales tienen consecuencias tangibles, y los perdedores siempre son los ciudadanos, sin importar el tamaño de sus economías. Evitar que la incertidumbre erosione la confianza es clave para proteger el turismo, el comercio y el desarrollo económico de ambos países.
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