A comienzos de este milenio sucedió un fenómeno interesante con la llegada de decenas de arrojados extranjeros curiosos de conocer Colombia, un país inseguro, violento, impredecible, pero lleno de encantos, extraordinaria diversidad cultural y geográfica, gente amable y cálida. Primero vinieron por curiosidad y luego regresaron muchas veces hasta que se quedaron atrapados por el encanto de nuestro país. Estos personajes se encuentran en todas las regiones del país.
Al Quindío llegó el texano Erik Hilton, quien, en su primera visita −para el matrimonio de una amiga colombiana−, era ni más ni menos que vicepresidente de la multinacional estadounidense Walmart. Viajó por tierra desde Bogotá a Armenia y antes de subir el Alto de La Línea le recomendaron que si los retenían hombres armados y uniformados en la carretera se pusiera el poncho, el sombrero y se hiciera el borracho. En esos tiempos toparse con un estadounidense en una pesca milagrosa era oro puro para los delincuentes.
La zona cafetera lo hipnotizó y sin titubear comenzó a pasar sus vacaciones con amigos en estas regiones durante diez años, hasta que decidió quedarse, instalarse, comprar casa y montar su emprendimiento hotelero en el corregimiento quindiano del Caimo, después en La Tebaida y finalmente en las Fincas Panaca.
Erik Hilton es un embajador de Colombia, sus turistas son en un buen porcentaje extranjeros, sabe qué quieren, que les gusta, que esperan. Sus empleados interactúan desde sus oficios porque ello en sí mismo es una experiencia. La señora de la cocina enseña a hacer arepas y ofrece degustaciones de los platillos locales, el jardinero enseña plantas, otros identifican las aves, cuentan historias, narran sus vidas.
Hilton reconoce las oportunidades de la hospitalidad, de la gastronomía, de los saberes populares, del paisaje y es un buen guía de turismo. No habla español, pero se hace entender, porque el servicio, la pulcritud, el cumplimiento y los mejores estándares no tienen idioma.
En los últimos años, Colombia ha sido un destino turístico cada vez más popular, tanto para turistas internacionales como para residentes extranjeros que han decidido establecerse en el país. Además de los atributos básicos, esos extranjeros que vienen a emprender valoran el bajo costo de vida (por las ventajas del dólar) comparado con otros destinos. Colombia, dice, es un secreto bien guardado que encanta al que lo descubre.
Muchos turistas de Estados Unidos y Canadá se han establecido en ciudades como Medellín, Cartagena y Bogotá. La facilidad para obtener visas de larga estancia y el costo de vida atractivo son factores que los motivan. No hay estadísticas muy precisas sobre cuántos de los extranjeros dedicados al turismo se radicaron en Colombia, no obstante, según Erik Hilton, sabe que se cuentan por miles.
Medellín es una de las ciudades favoritas, así como la costa Caribe, con nutridos núcleos en algunos sitios muy activos como Palomino y Taganga, pero se encuentran en todo el territorio, gracias al efecto del “voz a voz”.
Un asunto a favor es que Colombia ofrece diferentes tipos de visas para los extranjeros que deseen quedarse en el país, incluyendo los permisos especiales para los nómadas digitales.
El turismo en Colombia crece y estos embajadores que cuentan su historia son determinantes para fortalecer el encanto que tiene nuestro país.
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