Convocados por la Organización Mundial del Turismo, un total de 570 iniciativas se presentaron a un concurso de proyectos de turismo comunitario colombianos, de las cuales 22 fueron finalistas y cinco obtuvieron premios que implican asistencia técnica y tecnológica, asesoría financiera, becas y mentorías. Hay que destacar el interés de las comunidades en buscar propósitos colectivos que les permitan encontrar nuevas actividades económicas para su desarrollo y bienestar.
Se presentaron proyectos de todo el país, desde Nariño hasta La Guajira, y en general buscan consolidar una oferta para turistas que buscan experiencias distintas, una convivencia más cercana con los lugareños y sus entornos. La comunidad de El Encanto en Boyacá, por ejemplo, presentó la posibilidad de una experiencia turística gamificada, que es una técnica de aprendizaje que traslada la mecánica de los juegos al ámbito educativo-profesional, y que incluye una ruta por ocho comunidades rurales en la provincia de Norte y Gutiérrez de Boyacá, caracterizada por su paisaje montañoso y gran variedad de climas.
En la reserva natural El Charmolan, ubicada en el municipio de Chachagüí, departamento de Nariño, mujeres y jóvenes anhelan divulgar nociones locales de conservación, contemplación y convivencia que ofrece un ecosistema distinto, con bosques, quebradas y una variedad de flora y fauna endémicas.
Chiritour en Chocó propone un recorrido cultural por el río Atrato, destacando la artesanía local, la interacción con comunidades étnicas e iniciativas de proyectos que preservan el patrimonio indígena, afrocolombiano, y otros patrimonios culturales y tradiciones.
En Bolívar, excombatientes y víctimas del conflicto armado unieron esfuerzos centrados en el turismo para fomentar la paz y el diálogo intercultural con la promoción del arte textil, y espacios de reflexión y empoderamiento con expertos de varios países.
La lista es larga de colombianos que procuran encontrar una salida a través del turismo. Ese medio millar de proyectos denotan una dimensión desconocida que tenemos que trabajar, para que no desistan, para que persistan frente a la adversidad que supone el aislamiento, la distancia, la pobreza, la vulnerabilidad y la indiferencia.
El turismo comunitario está creciendo como una tendencia global y en muchos lugares ha comenzado a superar al turismo tradicional. La conservación del medio ambiente y la activa participación de la comunidad local en la gestión turística y su desarrollo económico son la columna vertebral de su desarrollo.
Se trata de la creación de pequeños negocios económicamente viables, una forma de turismo que busca no reproducir los problemas del turismo clásico, que mejora la calidad de vida de la gente que actúa de anfitriona y además cuida los recursos naturales y culturales preservando la identidad étnica, los valores y la historia de las culturas autóctonas.
Los turistas que optan por este tipo de destinos procuran experiencias distintas y culturas diferentes en lugares atípicos, donde pesan más el respeto por la historia y las costumbres, la tranquilidad, el bienestar y la convivencia en armonía; y donde prevalezcan la contribución social, la interacción cultural, el contacto con la naturaleza y la búsqueda de experiencias profundas.
Las nuevas tendencias favorecen a los países de menor desarrollo que cuentan con abundantes paisajes naturales, rurales, diversidad de flora y fauna, áreas naturales vírgenes o poco alteradas. Los viajeros han cambiado y hoy no buscan apenas esparcimiento personal, sino también conocimiento, vivencias más reales y vacaciones con impacto.
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