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Opinión

María Claudia Lacouture: Noches de Cartagena

María Claudia Lacouture hizo hincapié en las dos caras de Cartagena, resaltando que las maravillas del destino se ven afectadas por los problemas sociales.

En su nueva edición, María Claudia Lacouture expresa que cuando uno llega uno a la Cartagena antigua y siente de inmediato ese aroma maravilloso de belleza, color e historia, el calor caribe atenuado por la brisa, sus mundos negro, blanco, mulato y mestizo que se entrecruzan por las calles empedradas a la sombra de balcones floridos y vallenatos perdidos. Es una maravilla regresar todos los años a Cartagena. Bella, alegre, bullanguera.

Es curioso, pero cada vez que voy a Cartagena me marcho contrariada por esa rara alquimia que revuelve la estética, el buen gusto y el turismo con los peores problemas sociales y los grandes males humanos: pobreza, anarquía, inseguridad, drogas, prostitución. Que no sufra y disfrute, me dijeron en alguna ocasión. Y así es, no hay como no disfrutarla, pero tampoco he podido dejar de pensar que podría ser muchas veces mejor. Que no hacen falta tantos lunares para que Cartagena sea Cartagena.

Estuve en el Hay Festival de este año y se percibe que los grandes eventos que acoge la ciudad están de regreso. Eso es muy grato verlo, sobre todo ahora que las previsiones de los expertos es que el mundo corporativo reducirá significativamente las convenciones, congresos y reuniones institucionales porque descubrió durante la pandemia que las plataformas virtuales resuelven bien y ahorran mucho.

Ya comienzan a llegar los turistas extranjeros y entonces es cuando me produce cierto escozor ver los enormes contrastes y no logro resignarme: tengo la certeza de que Cartagena puede perder su brillo si no hace correctivos urgentes en cuanto a ordenamiento, control de servicios, el desborde de la prostitución, regulación del comercio y formalización de la economía.

Me gusta evocar la Cartagena de Jaime Echavarría: "Noches de Cartagena que fascinan/ Por el suave rumor que tiene el mar/ Porque la brisa cálida murmura/ Toda, toda una serenata tropical (...) Noches de Cartagena tan divinas/ Lindo rincón Caribe y colonial".

Pero, con el atardecer, como murciélagos que salen de sus refugios, la fauna de la noche comienza a deambular y la sensación de paz y armonía de la jornada se transforma de repente en un estrés de acoso, angustia, desconfianza e inseguridad. Vendedores ambulantes insidiosos, "cantantes" desafinados e inoportunos, basura del día en los andenes, meretrices nacionales e importadas, famélicos caballos arrastrando coches, algo que ya dejó de ser exótico y que los visitantes observan como maltrato de animales.

Ni el microtráfico disimula su actividad, ni las autoridades de policía parecen notarlo. La noche comienza con estruendos de música hasta altas horas de noche y volúmenes que el oído no puede resistir, escotes y minifaldas ofreciendo sus servicios, los primeros borrachitos salen de las tabernas a ponerle más lunares al paisaje colonial y ni en las mesas de las plazoletas hay tranquilidad.

Sin un turismo sostenible y sustentable esta perla caribeña -de verás un tesoro del Caribe-, irá perdiendo esplendor y alejando la oportunidad de consolidarse como un destino de muy alto nivel, donde se pasean grandes personalidades, gente de negocios, participantes de encuentros internacionales y turistas con buen poder adquisitivo. La mala fama, por el contrario, ya la está posicionando como un destino de borrachera, drogas y prostitución.

Es el momento de ponerle dientes a la institucionalidad turística, tener una entidad robusta, con herramientas para generar desarrollo y con capacidad y disposición para sancionar y hacer cumplir las normas y regulaciones. Si no se atajan pronto los desmanes en la ciudad, no tendremos ni inversionistas, ni buenos turistas, ni crecimiento, ni empleo.

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