Pocas cosas son tan intrascendentes como las horas vacías que los viajeros pasan en un aeropuerto hasta el momento de abordar. Tiempo sin tiempo viciado por las insufribles filas para el check-in, para seguridad, para migraciones, para embarcar. No en vano el célebre antropólogo francés Marc Augé calificó a este tipo de espacios como un “no lugar”, un sitio circunstancial que no merece llamarse “lugar”.
Pero todo viajero frecuente sabe que hay paliativos. Como las salas VIP que las aerolíneas reservan para los pasajeros premium, cuya demanda las ha llevado en los últimos tiempos a mejorar considerablemente la gastronomía y a incorporar adicionales como duchas y áreas de relax. Están también los programas de membresía como el Priority Pass, que brinda acceso a salas VIP en más de 500 destinos en 143 países.
Lo nuevo bajo el sol son las compañías de “Airport Concierge”, cuyas propuestas incorporan más beneficios aún de los que disponen los clientes de las clases First o Business. Como es de imaginar, no son para cualquier bolsillo, pero el costo-beneficio se corresponde.
“Con aeropuertos cada vez más congestionados y por ende más incómodos, no es de extrañar que estas empresas estén teniendo una gran aceptación”, comenta Jesús Navarro, consultor colombiano especializado en viajes corporativos, quien acota: “Son, para una creciente cantidad de ejecutivos, la solución que necesitan.”
Albert Herrera, vicepresidente senior de la red Virtuoso, corrobora lo dicho: “Por el momento las ventas de servicios Airport Concierge representan tan sólo el 2% de nuestra facturación, pero es cuatro veces mayor que hace dos años”.
Una de estas empresas es Royal Airport Concierge, presente en 450 estaciones aéreas en el mundo, tanto en destinos de negocios como de placer. Ofrece atención desde la llegada, incluyendo despacho de equipaje, check-in, líneas rápidas de seguridad, fast-track en migración, salones privados de espera y acompañamiento hasta la puerta de embarque. Las tarifas arrancan en US$ 101 para la prestación básica hasta los US$ 750 que conlleva –en algunos aeropuertos– el traslado en limusina hasta el avión y la espera en una suite privada.
Con servicios básicos similares en unas 500 aeroestaciones del planeta, otra firma destacable es Blacklane Pass. El pase se cotiza a razón de US$ 200 para el primer huésped y US$ 100 para cada acompañante.
Pero si de exclusividad absoluta se trata, las palmas se las lleva The Private Suite. A cambio de una membresía anual de US$ 4.500 propone partir desde una terminal propia, esperar en una lujosa suite dotada de lo mejor en comidas y bebidas, y ser trasladado hasta los pies del avión en un BMW Serie 7. Por ahora solo en el Aeropuerto de Los Ángeles.
Como asegura el conocido eslogan, “pertenecer tiene sus privilegios”.
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