Cuando el pasado 28 de febrero, cinco días antes de la inauguración, anunciaron la cancelación de la Feria de Turismo de Berlín (ITB), la más grande del mundo, con presencia de 180 países y más de 10 mil expositores, “porque las autoridades del barrio donde se celebra la feria exigieron que se pudiera probar que no habría participantes que vinieran de las zonas de riesgo de Covid-19 o que podrían haber tenido contactos con personas de esas zonas”, entendí que la cosa era grave.
Óscar Rueda García
Y hoy no hay duda, el 11 de marzo la Organización Mundial de la Salud (OMS) la calificó pandemia (propagación mundial de una nueva enfermedad). La anterior pandemia fue el H1N1 que causó 600 mil muertes de junio de 2009 a agosto de 2010 (su duración como tal, hasta que se inventó la vacuna) Todos recordamos lo que sufrió el turismo mexicano, ya que fue el primer país en declarar el brote.
Pero, ¿por qué nos demoramos tanto en preocuparnos y ocuparnos, cuando ya llevaba más de dos meses de haber surgido en Wuhan, China? Entre otras, porque “los expertos” de las redes afirmaban: “No es más que una simple gripa, más mata la diabetes o los infartos”, sí, pero esas enfermedades no son contagiosas ni por el hecho de existir se amenaza la economía mundial.
Pues bien, hoy estamos en que Estados Unidos suspendió la llegada de pasajeros y carga desde Europa por un mes, Disneyland cerró sus puertas, e incluso Trump en el momento de escribir este artículo pidió se suspendieran los Juegos Olímpicos de Tokio (creo que es muy probable que si no le hacen caso no mandará a sus deportistas). En Colombia, Cartagena suspendió la llegada de cruceros hasta el 20 de mayo, los partidos de fútbol se jugarán a puerta cerrada (Gol de WinSport: unos lloran, otros gozan) hasta el 30 de mayo, y sin duda la suspensión (para septiembre) de la Asamblea del BID, el evento de talla mundial este año en el país que se celebraría el 19 de marzo en Barranquilla, fue la confirmación de que el tema iba en serio también en Colombia. (A propósito, van dos años seguidos en que se suspende esta Asamblea, el año pasado la sede era Chengdú, cuando China no concedió el visado al delegado de Venezuela –nombrado por Guaidó– y el BID prefirió no realizarla, más tarde la haría en Quito). Y sin duda “la tapa”, el congreso de científicos expertos en coronavirus que se reunirían para investigar la propagación del mal, ¡fue cancelado como medida preventiva!
¿Hasta dónde llegaremos? Los efectos en la economía serán devastadores, ya en Colombia con dólar a $ 4.000 y el barril de petróleo a US$ 30 (cuando se presupuestaba a US$ 67), no solo por la guerra de precios y producción Rusia-Arabia, sino porque China no compra y la oferta no se contiene, hará mayor nuestro déficit, pero viene lo grave, pérdidas en el sector turístico, crisis y desempleo y hasta pobreza en los actores como guías y taxistas que en Cartagena viven de los visitantes que arriban en los barcos.
¿Cuánto han dejado de vender las agencias en cruceros, viajes a Asia y Europa? En receptivo, para las malas cuentas de los hoteles, a parte de los congresos y eventos que se han cancelado y traían consigo turistas internacionales; y no se diga de las aerolíneas, los primeras afectadas después de la industria de cruceros. Detrás de la decisión de cuarentena para los procedentes de Europa y China (imposible de controlar, por cierto) que desestimula el viaje hacia Colombia, es posible que venga la medida de cancelar esos vuelos, como ya lo hizo Argentina, que incluso cerró el espacio aéreo a Estados Unidos.
No es fácil lo que ya llegó, y menos lo que se viene, pero somos expertos en enfrentar problemas, obviamente atendiendo la prioridad que es la salud pública y la contención de la expansión mediante el cumplimiento de las recomendaciones de profilaxis.
El Gobierno Nacional adoptó paliativos para los empresarios del sector con moratorias en los pagos de la contribución parafiscal, el IVA y el impuesto a la renta. Para los hoteleros endeudados por sus ampliaciones o construcciones, recomendar a los bancos una moratoria en el pago y que Bancoldex y Findeter apalanquen esas moratorias.
La estrategia estará en promover viajes al calor, enemigo del Covid-19, prever los viajes del verano, con promociones y flexibilidades, y ante todo estableciendo la normativa, liderada por la Aeronáutica, de la movilidad tarifaria de cualquier viaje. El turismo nacional se ofrece como la solución no solo al cierre de fronteras sino a la devaluación, porque con el dólar a $ 4.000 y el euro a $ 4.500 no es que haya miedo a contagiarse si se viaja a Europa, es más el miedo a quebrarse.
Si se ofrecen oportunidades, aun en medio de la coyuntura, para el turismo nacional, entonces no hay que pensar que es el momento de aprovechar y cobrar más porque afuera está más caro, en este momento de riesgo el precio es la estrategia, implementando y promoviendo las medidas de contención.
Y en cuanto a los colaboradores de nuestras empresas, es el momento de las vacaciones, todo el que tenga el derecho debe tomarlas, quedándonos con el mínimo necesario. Y los hoteles y aerolíneas, a ofrecer tarifas muy especiales para sus colegas de la industria, generando un nuevo tráfico en días de desocupación.
La buena nueva es que Wuhan, el epicentro del brote, anunció que la ciudad ha iniciado su fase de control efectivo de la epidemia, disminuyendo el número diario de casos confirmados y la tasa de mortalidad, reabre sus puertas a la industria, al transporte y a las necesidades primarias, comenzando poco a poco a recuperar la normalidad. Resultó el cerco y la cuarentena; claro, allá es con disciplina. o sea que hay esperanza de salir pronto de la cuarentena turística.
Escribir del virus es correr el riesgo de aparecer desactualizado el día que se publique esta columna, pero ¿cómo evadir el tema?
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