Óscar Rueda García.
En reciente debate de la Comisión Tercera de la Cámara, el presidente de ANDI afirmaba que la situación era de “extrema gravedad”, y el presidente de Fenalco se lamentó de que, frente a esa realidad, la reacción era de “extrema lentitud”.
Para sustentar lo anterior, escuchábamos del cierre de 27 mil restaurantes y 36 mil bares, de aerolíneas en insolvencia, de hoteles y agencias y de parques que ya no aguantarán al día que se decida el reinicio. Y esto lo traigo a colación no para transmitir más angustia, que de eso ya tenemos suficiente, sino para que despertemos del marasmo en el que entramos después de los dos períodos de Emergencia Económica, que permitieron unas medidas de alivio temporal, pero está visto, que no de salvamento, si ahí nos quedamos.
Yo sé que es fácil criticar desde el encierro, ante una situación inédita para la que nadie estaba preparado, pero ya la sorpresa no nos sirve de excusa; sabemos lo que hay que hacer, tanto para mitigar la pérdida de vidas como para evitar que desaparezcan más empresas y más empleos. Soy el primero en reconocer la buena voluntad y la mejor intención de funcionarios, en especial de los que al sector del turismo compete, pero es claro que se necesita más acción, no solo en el gobierno central, sino también en las regiones, para contener el tsunami.
Las propuestas están sobre la mesa: más de lo mismo, corrigiendo lo que haya que corregir, pero también decisiones más audaces e innovadoras.
Lo único que no podemos hacer es quedarnos en el peor de los mundos: la debacle de la economía a cambio de mantener una cuarentena que seguramente ya hizo lo que podía hacer para tratar de contener el virus. Reiniciar es la única opción, eso sí, con los protocolos más estrictos, pero no nugatorios, y una autoridad presente, pero no abusiva, para hacerlos cumplir. Solo nos queda aprender a vivir en “la nueva normalidad”.
Confiamos entonces que al publicarse esta columna hayamos reencendido el sector con las esperanzas puestas en el turismo nacional, con restaurantes, hoteles y aeropuertos abiertos –esperando que no nos sigan cerrando las puertas para los viajes al exterior, que implica cerrarlos hacia Colombia–, y así emprender el camino a la segunda fase, la de la reactivación, porque la recuperación aún está lejos.
Y para que no lo esté tanto es claro que se requiere con urgencia otra “Emergencia”. No se entendería que ante el naufragio no usáramos el salvavidas constitucional: el solo desempleo del 24% o la caída del PIB en más de un 10% lo fundamentan.
Llevar el subsidio a las nóminas y a las primas hasta el 30 de junio de 2021, así como la exclusión del IVA al turismo, incluyendo los servicios de todos sus prestadores (¿para qué dictar una norma de estímulo o de alivio si luego DIAN precisa que no se aplica a las agencias de viajes?), los arrendamientos sin IVA y la energía sin sobretasa, hasta finales de 2022, además de diferir por un año el pago de parafiscales, deben formar parte del paquete de medidas, todo ello sin dejar de entender, esta vez, que un sector que perdió el 90% de su ventas requiere medidas diferentes al que perdió el 20%.
Pagar el impuesto predial, que sube aceleradamente todos los años, sobre unos bienes depreciados sería altamente confiscatorio, por lo tanto hay que encontrar la solución legal, no para que se congele sino para que se descuente hasta que la economía y consecuentemente el precio real de estos inmuebles se recuperen.
Otra medida urgente para ser considerada en la Emergencia es la de posibilitar el contrato de trabajo por horas y el pago proporcional de los aportes parafiscales al tiempo contratado. Sin duda el lunar negro es el tema crediticio. El gobierno hizo un gran esfuerzo, pero gran parte se atascó en el cuello de botella en que se convirtió la banca privada. Ahí acabamos de perder el año. Si logramos estas respuestas podemos pensar en que habrá reactivación.
En crear incentivos al consumidor, recursos y tiempo para el viaje estará la clave de la recuperación y la reinvención. Sin dudas el teletrabajo, “ganancia” colateral de la pandemia, ofrece oportunidades para viajar, aún sin vacaciones.
Una nueva declaratoria de Emergencia, bien aprovechada, es la última oportunidad.