Oscar Rueda García y su historia de la Vitrina Turística Anato.
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El presidente de Anato era Fernando Londoño Hoyos, sí, el famoso abogado, exministro del Interior y de Justicia del primer gobierno de Álvaro Uribe, y ahora periodista con su programa de editoriales demoledores “La Hora de la Verdad”, y como había sido su alumno en la Javeriana, y hacía poco había terminado la carrera, me invitó a acompañarlo como director ejecutivo.
Pero si les llama la atención que una personalidad como Fernando Londoño fuera el presidente de Anato, el anterior, el primer presidente no agente de viajes, había sido el general en retiro Álvaro Valencia Tovar, que renunció a los pocos meses porque no aceptó que además de presidente de la Asociación existiese un presidente de Junta. General al fin y al cabo; pero bueno, ese no era el cuento.
Una de las primeras tareas que me puso el profesor y jefe fue organizar las asambleas para que la asistencia fuera más copiosa, ya que venía disminuyendo; la principal preocupación era el pago de reportes y la relación con el Banco del Comercio (no existía el BSP), tanto que se decía que el agente de viajes “no moría de repente, sino de reporte”, y el problema era porque la principal arma de ventas para muchos era el crédito directo y la cartera era el dolor de cabeza, pero en las comisiones en la venta de boletos aéreos no tenían problema: 11% “Inclusive Tour”, 10% “Round Trip” y 8% “One Way”.
Para cumplir la tarea, cada año recurrimos a diversas estrategias, nos inventamos desde conferencista invitado hasta rifas, y claro, se constituyó un comité, y allí llevamos la propuesta para que en la Asamblea de cada año se contara con un espacio para intercambio comercial de paquetes y otros insumos turísticos. En el Comité le dimos forma, establecimos sus primeras reglas y le pusimos el nombre, por cierto, muy criticado, decían que era como hacer referencia a un almacén, pero lo cierto era que las vitrinas de las agencias eran muy importantes para motivar la compra en ese entonces. En principio no pensamos en una gran feria, ya que era solo para los Anato.
El Comité lo conformábamos Helena Vargas (Helena Vargas Turismo), que era la jefa del Receptivo; Vicky de Lesmes (Excursiones y Viajes, de la que después yo sería gerente); María Cristina de Trujillo (La Rana); y el director ejecutivo.
Así empezamos, la primera en el Club Campestre de Popayán, con la Asamblea de 1982. Ya Fernando Londoño había renunciado, Sara Ordoñez (exministra de Comunicaciones y de Salud) lo había reemplazado por un año, y el presidente era Néstor Hernando Parra, un exgobernador de Tolima y exrector de Universidad. 20 mesas alrededor de un patio, muchos gritos y tequila, pero funcionó en el propósito que teníamos. Luego vinieron las de Cúcuta, alrededor de la piscina del Club del Comercio; la de Manizales, en los altos del Teatro Los Fundadores; y la de San Andrés, en el Hotel Tiuna.
Y claro, la cometa pidió pita y nos lanzamos a separarla de la Asamblea y la hicimos abierta a todos los prestadores, fueran agremiados o no, siempre en Bogotá, aunque la Asamblea, como ahora, seguía rotando por el país.
Era 1988, en medio de la tragedia de esos años, el Centro de Convenciones Gonzalo Jiménez de Quesada fue el recinto, hasta 1991, año en que, como los anteriores, teníamos contratado con suficiente antelación el recinto pero una orden de gobierno prácticamente nos desalojó, porque se iba a celebrar la Asamblea Nacional Constituyente y ese era el lugar escogido por el presidente Gaviria. Ya Rafael Eduardo Avella me había sucedido como director ejecutivo y era el director de la Vitrina !y aún al frente!) y yo estaba en la Presidencia.
No valió ruego, que “íbamos a quedar mal con la comunidad internacional, que “no iba a entender que un gobierno nos sacaba a sombrerazos”, “mal antecedente para hacer congresos en Colombia”, que “por qué no la hacían en el Capitolio, recinto natural, o en el Tequendama”. Nada valió. No habíamos pensado en Corferias porque nos parecía muy grande hasta el más pequeño de sus pabellones y nos daba temor no llenarlo, pero la fuerza de las circunstancias nos obligó y lo llenamos. Se confirmó así que no hay mal que por bien no venga. Luego, con Corferias, llegaron varios hitos, como la convocatoria de la Dirección de Turismo (no había Viceministerio) de los directores regionales de Turismo para celebrar su reunión anual en la Vitrina, el país invitado y el departamento invitado, la participación de los presidentes de la República desde Andrés Pastrana, y sin interrupción prácticamente desde Álvaro Uribe, la vinculación de Fontur ayudando a los departamentos en su participación, el protagonismo de Proexport primero y ahora ProColombia con el Travel Mart, el apoyo de las aerolíneas, los hoteleros y las regiones, que ratifica que la Vitrina es la mejor plataforma no solo para vender el mundo sino ante todo para vender Colombia.
Desde su creación la Vitrina no ha dejado de crecer, no ha dejado de realizarse, ni en los años aciagos en que a Colombia no venían sino los corresponsales de guerra, época del narcoterrorismo.
Fue el evento de la fortaleza del turismo, es la mejor prueba de que las agencias de viajes, de las que algunos presagiaban su desaparición, están más vivas que nunca, y ahora en estos días celebra su versión 39° en un momento muy bueno para el turismo colombiano.
Solo queda felicitar a los que siguieron el legado haciéndola más grande, con Rafael Eduardo a la cabeza, Juan Carlos Vélez, Ricardo Lozano, Sergio Díaz Granados y Paula Cortés, que ya va a romper mi récord de permanencia.
Seguro seguirá creciendo, ya pasó a las que hace mucho eran más grandes. Siempre he pensado que los pasos siguientes eran la asociación con una feria grande de Europa, Fitur, ITB o WTM, y también he pensado que hace rato llegó el momento de abrir una ventana al público, potenciales viajeros y razón de ser del negocio, o de crear, mejor aún, como una filial de la Vitrina de Anato, la “Feria de los Viajes”, en fin, no es más que pensar en voz alta, y doctores tiene la Santa Madre Iglesia.
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