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La industria del turismo al borde del abismo

La realidad es simple: sin transporte terrestre ni aéreo no hay turismo. Y sin reactivación, el sector no podrá sobrevivir.

La crisis generada por la pandemia del coronavirus tomó por sorpresa al mundo entero. Ningún país estaba preparado para asumir el gran reto que ha conllevado hacerle frente a este caos, y que, por el contrario, dejó en evidencia la ineficiencia de las políticas públicas para enfrentar dificultades sanitarias, económicas y sociales de gran magnitud.

La pérdida de miles de vidas humanas ha sido una de las consecuencias más evidentes de esta situación. Sin embargo, no son solo las personas las que luchan por sobrevivir al virus. Durante estos cuatro meses, pequeñas, medianas y grandes empresas han realizado innumerables esfuerzos por mantenerse en pie, pero los recursos se agotan y ahora se enfrentan a la extinción. De esta forma, un sinnúmero de empleos ha empezado a desaparecer y, con ellos, algunas compañías empiezan a cerrar definitivamente sus puertas.

La crisis que vive el turismo no tiene precedentes y la incertidumbre que se percibe en la toma de decisiones por parte del Gobierno Nacional —y la falta de coordinación con las alcaldías— está empujando a las empresas, que aún sobreviven, al borde del abismo. Tras un año de escuchar sobre cómo el turismo sería “el nuevo petróleo de Colombia”, el sector colisiona ante una pared implacable de restricciones, requerimientos y faltas de respuesta. Resulta, pues, que el valor del turismo, no era más que un discurso político.

¿Cómo puede la cadena turística mantenerse viva sin conectividad?

La suspensión de operaciones aéreas y del transporte terrestre está hiriendo de muerte a todas las empresas que dependen del turismo, causando, así, daños irreversibles en la económica del país, difíciles de dimensionar todavía.

Aerolíneas, hoteles, agencias de viajes, restaurantes, entre otros, claman por soluciones al Gobierno Nacional, cuyas ayudas financieras no llegan a más que unos cuantos actores de la industria. La subsistencia de las empresas turísticas ha recaído sobre sus propios ahorros y el amor por lo que hacen.

Las preguntas retumban una y otra vez: ¿Por qué no abrir los aeropuertos cuando las excepciones cobijan prácticamente a todos los sectores? ¿Tiene sentido que los aeropuertos hayan implementado los protocolos de bioseguridad si esto no ha generado ningún avance? ¿Por qué el transporte público —que es vulnerable y poco supervisado— puede operar y el privado no?

Parece ser que algunos políticos olvidan la importancia del transporte aéreo, mediante el cual se conecta un país geográficamente complejo. Sin mencionar que la conectividad es uno de los pilares más importantes para el crecimiento, desarrollo e igualdad económica e inclusiva de una región, y por supuesto, para el reinicio del sector turístico.

Y mientras esperamos ansiosos la triunfal salida de los vuelos piloto, también cabe preguntarnos ¿qué son los vuelos piloto? ¿Qué se medirá y cómo?

Juan Carlos Salazar, director de la Aeronáutica Civil, aseguró que los vuelos humanitarios son prácticamente vuelos piloto, y, a la fecha, completan más de 289. En todos estos vuelos no se ha presentado ni un solo caso positivo para covid-19 ni en la tripulación, ni en los pasajeros. “Esto significa que, por sí misma, es una actividad que se puede hacer de manera biosegura” afirmaba hace un par de días la ministra de Transporte Ángela María Orozco.

¿Qué otra prueba se necesita para dar paso a la reactivación?

La realidad es simple: sin transporte terrestre ni aéreo no hay turismo. Y sin reactivación, el sector no podrá sobrevivir. Habrá que ver qué pasa después del primer vuelo piloto autorizado... si es que, para entonces, el turismo, el nuevo petróleo para el gobierno, no ha caído ya por el abismo.

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