El próximo 27 de septiembre el sector turismo global tendrá su día de celebración. Organizaciones, empresas e instituciones vinculadas a la industria turística en todo el mundo se encuentran desde hace meses en "modo sostenible" y no era para menos: hace dos años la Asamblea General de las Naciones Unidos declaró a 2017 como el Año Internacional del Turismo Sostenible para el Desarrollo, una iniciativa que a juicio de muchos expertos y estudiosos de la industria es un honor para el sector.
"El turismo sostenible como instrumento de desarrollo" como lema del Día Mundial del Turismo no obedece a una iniciativa nacida en el seno de la OMT sino a una decisión estratégica de la ONU, que identificó a la actividad turística como un sector fundamental para la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible para 2030.
¿Qué es entonces el turismo sostenible? A grandes rasgos puede definirse como un turismo planificado y responsable que pugna por el desarrollo humano y la calidad de vida de las personas. En realidad, el concepto está ligado por completo al llamado denominado desarrollo sostenible, que está conformado por tres dimensiones esenciales: económica, sociocultural y ambiental.
Probablemente, para miles de empresarios del turismo en Colombia, o por lo menos para los encargados de realizar la declaración de primera parte sobre la implementación de las Normas Técnicas Sectoriales de Sostenibilidad (NTS-TS), estos tres componentes resulten familiares, pues hace algunos meses debieron surtir un engorroso trámite para dejar constancia de un procedimiento que se hizo obligatorio para tramitar el Registro Nacional de Turismo (RNT). Aunque para muchos empresarios turísticos esta obligatoriedad fue asumida como una absurda exigencia más del Gobierno Nacional, lo cierto es que se encuentra atada a un propósito global de avanzar hacia un turismo sostenible, un tema en el que más allá de normas técnicas sí hay unos enormes retos de país que no resultan tan fáciles de encarar como el cumplimiento de un listado de estándares y exigencias técnicas.
¿EN QUÉ ESTÁ COLOMBIA EN TURISMO SOSTENIBLE?
De acuerdo con Clara Sánchez, exdirectora de Calidad y Desarrollo Sostenible de Turismo del Ministerio de Comercio, Industria y Turismo, "Colombia tiene grandes fortalezas a nivel normativo. Hay un sistema de áreas protegidas, se ha avanzado mucho en la identificación de áreas naturales con vocación turística y el mismo ministerio tiene una batería de normas técnicas sectoriales de turismo sostenible". Se refiere a las mencionadas NTS-TS, documentos elaborados hace 10 años para establecimientos de alojamiento, destinos turísticos, agencias de viajes, restaurantes, etc., por la Unidad Sectorial de Normalización de Turismo Sostenible de la Universidad Externado de Colombia, en un convenio interinstitucional con el Icontec y el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo (MinCIT).
Durante muchos años las normas de sostenibilidad durmieron el sueño de los justos como un documento de voluntario cumplimiento al que solo pocos empresarios pioneros le dieron la importancia necesaria, hasta la expedición de la Ley 1.558 de 2012 que las volvió obligatorias; una exigencia que fue materializada el año pasado por la exministra María Claudia Lacouture.
Las NTS-TS, un conjunto de criterios ambientales, socioculturales y económicos, establecidos para cada tipo de prestador de servicios con el fin de generar prácticas empresariales que contribuyan a la sostenibilidad, son hoy el principal y quizás el único indicador del MinCIT en lo que a turismo sostenible se refiere.
Según el MinCIT, a la fecha 25.336 empresarios del turismo realizaron la autoevaluación de sostenibilidad y descargaron la declaración de primera parte, entre agencias de viajes (6.617), alojamientos de hospedaje (16.225), empresas de tiempo compartido (62), establecimientos gastronómicos (1.346), empresas de transporte terrestre (574) y operadores de congresos ferias y convenciones (512).
Adicionalmente, 569 prestadores de servicios turísticos se han certificado en las normas de sostenibilidad, un procedimiento que hasta el año pasado fue obligatorio pero que tuvo que ser revertido ante la inconformidad del empresariado turístico por los costos que generaba el proceso de certificación ante un tercero. Así lo explicó Edna Rozo, decana de la Facultad de Administración de Empresas Turísticas y Hoteleras de la Universidad Externado, quien a diferencia de Sánchez sí está de acuerdo con la implementación obligatoria: "A veces al sector privado hay que jalonarlo para que coadyuve porque de otra manera no lo hace. Y en el caso de la sostenibilidad, si bien hay una limitante en el sentido de que genera sobrecostos, también es una relación gana-gana, porque cuando un empresario ahorra agua o energía, pues está ahorrando dinero y eso genera beneficios económicos", apuntó Rozo. Y agregó: "En general las normas de sostenibilidad han sido bien acogidas por el sector porque cuando los empresarios se meten en el tema se dan cuenta de que hay beneficios. Si ya no les inspira un compromiso ético y moral frente al entorno y las comunidades, entonces que por lo menos lo hagan con la racionalidad económica", dijo la académica, quien fue una de las personas que sugirió al MinCIT desistir de la exigencia de la certificación.
En el caso de Sánchez, si bien la exfuncionaria destacó como un buen ejercicio la difusión de estas normas ante empresarios que ni siquiera conocían su existencia, su carácter obligatorio resulta contraproducente en el caso de los prestadores de servicios: "En aras de tener que cumplir por cumplir se perdió la conciencia del deber ser. Si bien hay que rescatar a los empresarios colombianos que incluso desde antes de la obligatoriedad venían trabajando voluntariamente sobre el tema, también es cierto que después de la obligatoriedad el tema se volvió un tanto perverso porque salieron una cantidad de consultores que empezaron a ofrecer paquetes para implementar las normas", afirmó Sánchez y agregó que el Gobierno está en deber moral de recuperar la conciencia de la sostenibilidad.
MÁS QUE NORMAS, UNA VISIÓN DE FONDO.
Ahora bien, más allá de ser Colombia el único país que hace obligatorias este tipo de normas marcando un camino de regulación en la industria, Rozo tiene claro que las NTS-TS son solamente un instrumento de gestión empresarial que ayuda, pero esto no puede ser el único elemento de política pública para hacer un turismo responsable en el país. "Aquí se necesita una mayor articulación con los ministerio de Ambiente y Cultura para hacer políticas integrales de desarrollo, planificación y ordenamiento territorial turístico... Hay que implementar otros criterios de política pública mucho más amplios, generar propuestas de desarrollo territorial turístico con un enfoque muy articulado. Es decir, el turismo es solamente un componente que tiene que dialogar con otras lógicas del territorio, con lógicas de conservación y protección de poblaciones vulnerables, entonces no puede estar circunscrito solamente a la actividad económica porque el turismo genera otros impactos que si no se prevén causan un rápido deterioro", afirmó la decana.
"Uno de los grandes problemas del turismo es que no hay planificación real; las cosas se toman muy a la ligera. Uno de los debates importantes que hay que dar es la cientificidad del turismo porque el turismo se toma como algo light, incluso por aquellos a los que les asignan la responsabilidad de conducir el sector", afirmó Sánchez y agregó que en tiempos en que se empieza a hablar de "turismofobia" en destinos como Barcelona y Venecia, tomarse el sector en serio es un asunto perentorio.
En ello concuerda Rozo, para quien una amenaza fundamental que tiene el turismo sostenible en Colombia es que no se hagan procesos participativos de planificación y de ordenamiento territorial turístico: "Un aspecto fundamental es que los alcaldes y los gobernadores entiendan que el turismo no es solamente fiestas, eventos, abrir hoteles y autorizar licencias de construcción en cualquier sitio, porque eso va a generar impactos. Yo siento que uno de los obstáculos que tenemos es que el turismo tiene una visión muy centralista, muy de arriba hacia abajo, y resulta que las entidades territoriales no tienen todavía las capacidades suficientes para comprender el fenómeno turístico y entender que debe darse una planificación y una gestión territorial del turismo de abajo hacia arriba".
En ello concuerda Javier Gómez, presidente de Federación Colombiana de Ecoparques, Ecoturismo y Turismo de Aventura (Fedec) y de la Corporación Turismo Paz y Convivencia, y quien recorre el país impulsando proyectos de turismo comunitario. "El turismo comunitario es casi un sinónimo de turismo sostenible, y tiene que ser un hecho desde las comunidades. El turismo comunitario debe ir más allá de la visión del turismo como oferta y demanda; es una transformación del territorio y no se puede seguir manejando de forma paternalista sino que es un trabajo muy de base, endógeno de las comunidad". De acuerdo con Gómez, el producto de turismo comunitario debe tener en su articulación una participación del 80% de la comunidad como mínimo, tal como ocurre en el municipio de La Macarena, programa piloto de turismo y paz en el que los tres consultados en este artículo concuerdan que es el caso más ejemplar de turismo sostenible comunitario en Colombia.
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