Como es sabido, el Covid-19 ha llevado las finanzas de la industria aerocomercial a límites extremos, nunca antes vividos. Los vuelos sin destino son un claro ejemplo. Mientras los números en rojo ascienden y alcanzan cifras millonarias, las empresas se esfuerzan por generar estrategias de supervivencia de todo tipo.
Una de ellas es muy singular: transportar pasajeros como siempre lo han hecho, pero a ninguna parte. Sí, decolar de un aeropuerto equis, volar por un tiempo y aterrizar en el mismo lugar después de ofrecer algunas vistas de la Tierra desde las alturas.
Una de las primeras compañías en echar mano a esta singular propuesta fue la japonesa ANA, que ya ha realizado algunos vuelos de 90 minutos desde Tokio a bordo de un gigantesco Airbus A340. ¿La idea? Recrear la atmósfera de un vuelo a Honolulu. La primera salida tuvo lugar en agosto y a causa de la excesiva demanda los pasajeros fueron elegidos por sorteo. Para mantener el distanciamiento social, la aerolínea limita la capacidad de esta propuesta a 334 viajeros, en vez de los 540 que normalmente podrían hacerlo.
En la misma línea, StarLux Airlines, de Taiwán, ha ofrecido vuelos de observación a las desoladas islas Pratas, sobre el mar de China meridional; mientras que Royal Brunei hizo lo propio hacia la exótica isla de Borneo, en el sudeste asiático. También existen vuelos temáticos, como el propuesto por EVA Air, también taiwanesa, en el Hello Kitty Plane, avión que lleva pintada en su fuselaje la figura de la icónica caricatura.
La australiana Qantas no se quedó atrás y decidió reeditar sus vuelos de 12 horas a la Antártida. Las tarifas van desde € 730 hasta € 4.900 por un lugar en Business. Por turnos, los pasajeros pueden acercarse a las ventanillas para admirar al continente blanco desde lo alto, en tanque que, anticipándose a posibles cuestionamientos, la aerolínea indica en su página web que como la idea es “dejar el paisaje tan prístino como está” los viajes son neutros en carbono.
Hasta aquí algunos ejemplos de “Flights to Nowhere”, una curiosidad en tiempos de pandemia. Para las aerolíneas, significan ingresos y facilitan el mantenimiento de sus aviones. Para los pasajeros, son una experiencia distinta que permite soñar con el próximo destino. Y para los ambientalistas son vuelos sin sentido, ya que aseguran que es contaminar el medio ambiente sin una buena razón.
De un modo u otro, son un raro legado de la pandemia.
ALBERTO SÁNCHEZ LAVALLE es director de Ladevi Latam, la plataforma panregional de Ladevi Medios & Soluciones.
Temas relacionados