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Turismo y paz: de la retórica a la realidad

Mientras el Gobierno y el gran empresariado turístico esperan un impacto positivo sin precedentes en el turismo internacional tras el acuerdo final con las FARC, en algunas regiones del país el binomio turismo y posconflicto es una realidad irrebatible desde hace varios años. En esta edición se da un repaso a algunos casos exitosos en regiones como La Macarena, Ciudad Perdida, Urabá-Darién y Putumayo, que contrastan las escasas inversiones estatales y una retórica de la paz que en turismo aún no se traduce en hechos concretos.

El pasado jueves 23 de junio millones de colombianos contemplaban frente a sus televisores la firma del acuerdo entre el Gobierno colombiano y la organización Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), en donde se anunció el fin del conflicto armado con esta guerrilla. Un acontecimiento trascendental para el país que puso nuevamente al turismo como gran beneficiado de los acuerdos. La firma de la paz generará, según el Gobierno, un impacto mundial sin precedentes que aumentaría el turismo en 30% en los primeros 10 años de posconflicto. Así lo afirmó María Claudia Lacouture, ministra de Comercio, Industria y Turismo, en entrevista con el diario El Tiempo el 10 de julio pasado.
Sin embargo, más allá de la proyección que hace el MinCIT, la realidad hoy por hoy es que no hay destinados recursos económicos que apoyen los cuatro experiencias representativas de turismo y paz conocidas e identificados por el Gobierno. Es el caso de La Macarena, Ciudad Perdida, Urabá-Darién y Putumayo, regiones y poblaciones que han logrado organizarse y desarrollar turismo casi que por su propia cuenta, con apoyos ocasionales de algunas entidades.
Cabe recordar, como ya lo ha abordado este medio en ocasiones anteriores, que los cuatro casos fueron seleccionados por el MinCIT como pilotos de turismo y paz, lo que en un principio despertó expectativas entre sus líderes comunitarios por las posibles inversiones y proyectos de infraestructura y capacitación. Sin embargo, hasta la fecha nada de ello ha ocurrido. En realidad, los pilotos de turismo y paz son parte de un proyecto del Fontur llamado "Determinación de un modelo de gestión estratégica de turismo, paz y convivencia", que no contempla de entrada inversión alguna en infraestructura o capacitación, sino, al parecer, generar un diagnóstico o formular un estado del arte.
Pero, ¿qué tienen de especiales estas experiencias distribuidas a lo largo y ancho de la geografía nacional en los puntos más álgidos del conflicto armado? La Agencia de Viajes Colombia presenta en esta edición una reseña de los cuatro casos, con el ánimo de aterrizar un poco la retórica de la paz.

 

LA MACARENA-CAÑO CRISTALES.
Ubicado en sur del departamento del Meta se encuentra el municipio de La Macarena, una población que en los últimos 15 años pasó de ser un bastión de la guerrilla de las FARC a un destino turístico internacional por cuenta de Caño Cristales. ¿Qué ocurrió en este municipio que alguna vez hizo parte de la zona de distensión? Para algunos expertos, lo sucedido en La Macarena fue una transformación social de grandes proporciones generada por la organización comunitaria en torno al turismo; un caso ejemplar de turismo y paz que emanó de los mismos pobladores, cansados del estigma de la guerra y conscientes de que su destino y posibilidades económicas estaba en sus propias manos y en la capacidad de asociarse y apropiarse de su territorio. "El Gobierno saca pecho por La Macarena, pero la verdad fue que La Macarena se organizó solita", dijo a este medio un exfuncionario del MinCIT y así lo confirman los líderes de la región y acompañantes del proceso, quienes atestiguaron cómo La Macarena pasó de una economía de la coca y un gobierno paralelo, a posicionar al turismo como el segundo renglón económico después de la ganadería. 
En efecto, en los últimos cinco años el municipio ha recibido cerca de 30 mil visitantes (20% de extranjeros). En 2014, por ejemplo, llegaron 10.170 visitantes, lo que representó un crecimiento del 108% respecto a 2013, cuando viajaron 4.450. El año pasado el crecimiento fue del 25% (12.800 visitantes), dejando una derrama económica aproximada de $ 3.800 millones; y este año los cálculos optimistas se estiman en 18 mil viajeros. Resultados satisfactorios que obedecen a la suma de actores que se han ido incorporando al proceso, como ProColombia, Satena, el Departamento de Prosperidad Social (DPS), Cormacarena, Parques Nacionales y el Instituto de Turismo del Meta, principalmente. Todo lo cual, sin embargo, partió de una organización comunitaria que desde hace más de un lustro ha sido liderada por Henry Quevedo, el presidente del Consejo Municipal de Turismo de La Macarena, entidad que agrupa a hoteles, restaurantes, guías, expertos locales, canoeros, transportadores terrestres, etc.
Pero, ¿qué sucedía antes? Quevedo cuenta que en 1994 se presentó la primera oleada de turistas en la zona: "Alcanzamos a tener 500 turistas en Caño Cristales, pero lo hicimos mal. La gente llegaba a un pueblo que no tenía ningún tipo de infraestructura, entonces pasaban derecho al caño y acampaban allá. Eso ejercía una presión ambiental sobre el lugar y socialmente no le quedaba nada al pueblo".
Posteriormente el parque permaneció cerrado al público durante casi ocho años, hasta que una vez concluida la zona de distensión comenzó a articularse el proceso. "Arrancamos en 2009 con el DPS, que dio unos cursos a 35 prestadores de servicios en hotelería, restaurantes y otros temas. Ahí también arranca el colegio y el SENA con una técnica en guianza. Cormacarena nos apoyó con los permisos provisionales para que los estudiantes hicieran sus prácticas y nosotros prestáramos servicios de ecoturismo", explicó Quevedo.
Así, de 35 prestadores de servicios se pasó a 520 familias vinculadas al turismo; de cuatro canoas a 26 canoeros asociados en una agremiación; de dos hoteles a 14; además de los guías, que son cerca de 120 entre acompañantes, expertos y profesionales. "Otro punto clave es el crecimiento de la conciencia ambiental. Antes los locales íbamos al caño, hacíamos sancocho y tomábamos cervecita. Hoy nada de eso sucede. El local que quiera ir solicita un guía y lleva su almuerzo en hojas de plátano como cualquier turista. El caño ya se toma como algo valioso ambientalmente y económicamente", afirmó Quevedo.
Así las cosas, con el proceso andando se sumó ProColombia con una campaña de promoción. No es gratuito que el caño sea ya una referencia de Colombia en el exterior y una aspiración turística para miles de colombianos. Sin embargo, para La Macarena esta visibilidad no ha significado una inversión económica relevante. Puede destacarse el mejoramiento del aeropuerto y la pintura de las casas, pero se mantienen carencias que afectan la competitividad como la pavimentación de las calles, una planta de tratamiento de aguas y formación en bilingüismo. Finalmente, se conoció que en el baúl del olvido hay un proyecto diseñado para la implementación de puentes elevados y senderos, y un embarcadero en el río Guayabero. "Pienso que si otras regiones como Santander han recibido inversiones superiores a $ 20 mil millones, pues La Macarena, por ser un piloto de paz, sea de pronto un sitio en donde el Gobierno inyecte algo parecido", apuntó Quevedo.

 

CIUDAD PERDIDA-SIERRA NEVADA.
Descubierta por guaqueros en 1972 y redescubierta en 1976 por el Instituto Colombiano de Antropología, Ciudad Perdida es probablemente uno de los atractivos históricos y culturales más importantes del país. Conocida en lengua kogui como Teyuna, esta serie de caminos y terrazas empedradas enclavados en la Sierra Nevada de Santa Marta desde hace casi 15 siglos, comienza a abrirse paso al turismo internacional después de haber estado cercada por la guerra y el narcotráfico durante más de dos décadas. Y es que además de ser uno de los ecosistemas más peculiares del mundo (es la montaña más alta junto al mar en todo el planeta) y cuna de los ancestros de los pueblos arhuacos, koguiss y wiwas, la Sierra Nevada ha sido también uno de los epicentros más agudos del conflicto armado por cuenta de disputa territorial en torno a los cultivos ilícitos. En la década del 70, al mismo tiempo que el sitio arqueológico se descubría, llegaban a la zona, desplazados por la violencia en el centro del país, oleadas de campesinos que posteriormente se dedicaron al cultivo de la marihuana y más tarde de coca, mientras la guerrilla copaba los territorios altos de la zona. Hacia comienzos del siglo XXI, el bloque paramilitar Resistencia Tayrona, comandado por el hoy extraditado Hernán Giraldo, dominaba enteramente el territorio hasta su desmovilización en 2006 junto a los demás frentes de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC). Así lo narró Fernando Salas, líder comunitario de CorpoTeyuna, asociación creada en 2013 para agrupar a los actores locales que le apostaron al turismo como modo de vida. Salas comentó que tras la desmovilización del actor armado dominante y los avances en la erradicación del cultivo de coca, quedó un vacío social enorme que la golpeada actividad agrícola ni los programas del Gobierno lograron llenar. Tras dos años en el limbo, los habitantes de la zona, entre ellos muchos jóvenes desmovilizados de las AUC, comenzaron a aproximarse al incipiente turismo que se daba en la zona por cuenta de Ciudad Perdida. En 2008 arranca el proceso con la articulación entre campesinos antes dedicados a la ilegalidad, Parques Nacionales y la comunidad indígena kogui, quien dio la venia para comenzar la operación turística. Comenzó así un proceso desorganizado de caminatas por el sendero que tuvo un punto de quiebre ese mismo año con el ahogamiento de un turista francés en uno de los ríos de la zona, un acontecimiento que hizo sonar las alarmas en el Gobierno. Fue entonces cuando el en ese entonces viceministro de Turismo, Óscar Rueda, buscó la colaboración de Javier Gómez, presidente de la Fedec, para apoyar la organización del proceso comunitario: capacitaciones, formación de guías, procedimientos de seguridad, horarios permitidos, etc., todo lo cual desembocó en la creación de un comité de trekking que posteriormente se volvió CorpoTeyuna, hoy en día uno de los pilotos de turismo y paz. 
"No ha sido fácil, pero hemos logrado crear espacios de concertación y conciliación. Hoy podemos decir que nuestra fortaleza es la solución de conflictos para una buena gobernanza entre indígenas, campesinos y entidades oficiales en el territorio de Teyuna-Ciudad Perdida", afirmó Luz Enith Cañas, gerenta de CorpoTeyuna, quien destacó además el papel central de la mujer en la toma de decisiones y la neutralización de cualquier tipo de explotación sexual de niños y adolescentes; un tema bastante sensible en la región, pues como se reveló en los procesos judiciales, los crímenes sexuales en esta zona fueron sistemáticos por parte de los paramilitares. 
Hoy en día de la actividad turística se benefician cerca de 200 familias campesinas y 80 indígenas. No era para menos: de 2008 a 2013 el turismo en el sendero se incrementó un 300%. Mientras en 2013 visitaron la zona cerca de 10 mil visitantes, en 2015 lo hicieron 13.833, de los cuales 12.243 fueron extranjeros que se aventuraron a caminar durante cuatro días entre selva e historia en uno de los recorridos más formidables que puedan ofrecerse en Suramérica. Para algunos expertos, Ciudad Perdida es una de las joyas de la corona del Gobierno. Sin embargo, eso no ha bastado aún para dotar al sitio de un centro de atención al visitante, "un lugar a donde llegarían los turistas para recibir información y en donde podríamos poner una ecotienda o un café", comentó Cañas. "Nosotros no le pedimos al Gobierno que nos entregue recursos, porque el sendero genera sus propios recursos, sino simplemente que eduque", comentó Cañas, quien propone un convenio con la Universidad del Magdalena para la formación de los jóvenes y el rescate de la actividad agrícola perdida por el auge de la coca.

 

URABÁ-DARIÉN CARIBE. 
Quienes estén medianamente enterados del conflicto armado en Colombia sabrán que la región de Urabá, en los departamentos de Antioquia y Chocó, ha sido uno de los epicentros de más aterradora violencia documentada en Colombia en los últimos. Sin embargo, el golfo de Urabá y los territorios colindantes son también uno de los paraísos naturales más valorados del país y un sitio de turismo para muchos colombianos que encuentran allí un lugar tranquilo y quizás económico para disfrutar de la playa y el mar. Según Rebeca Pineda, de la Corporación Turística Urabá-Darién Caribe, en 2015 cerca de 15 mil viajeros se desplazaron a los municipios de Urabá-Darién para visitar las playas, pero también para apreciar la exótica naturaleza, pues se trata de una zona selvática influenciada por el espeso e impenetrable tapón del Darién. No en vano, en algunas poblaciones, los turistas se despiertan en la mañana con el ruido de los monos aulladores. De acuerdo con Pineda, los empresarios del turismo de la región del Urabá-Darién, desde hace rato se le adelantaron al posconflicto. "En los años 90 la región fue muy golpeada y desde 2005 estamos tratando de salir adelante. Ha sido complicado porque de todas maneras existe mucha indiferencia y mucha estigmatización por la violencia y cosas malas que ocurrieron, que uno viviendo acá de pronto no las vivía tan de cerca", explicó Pineda y agregó que la Corporación se creó hace 10 años para agrupar a hoteles, restaurantes y transportadores de Apartadó, Turbo, Chigorodó, Arboletes, Necoclí, Mutatá, Capurganá, entre otros municipios; "la idea fue crearla para trabajar unidos porque la individualidad no lleva a ninguna parte", agregó.
"Hoy somos el enlace en Urabá para fomentar y promover los cambios y las normas de formalización para los prestadores de servicios, porque hace 10 años había mucha informalidad. Igualmente, la idea nació para presentar proyectos ante el Fontur buscando inversión en infraestructura", explicó Pineda, quien asegura que a la región "aún le falta mucho como destino". Se refiere a la necesidad de capacitaciones en todo nivel, incluyendo la toma de conciencia de la población sobre sus posibilidades turísticas. "Alguien nos preguntaba que cómo aceptábamos la reincorporación laboral de las personas que vienen de un conflicto y decíamos que para nosotros eso no es nuevo. Aquí todos hemos tenido que ver con el conflicto, pero pienso que las oportunidades son bienvenidas y el perdón hay que hacerlo", concluyó.

 

PUTUMAYO.
Situado en el sur del país en la frontera con Ecuador y Perú, en la confluencia del ecosistema andino y amazónico, el Putumayo es uno de los departamentos del país con mayor riqueza natural en Colombia, pero también uno de los más afectados por el conflicto armado. A la guerrilla de las FARC, presente en la zona desde la década del 60, se sumó el paramilitarismo, la minería ilegal, el narcotráfico y la actividad petrolera (hay un oleoducto binacional), generando un complejo cóctel de actores que dejó 152.442 víctimas desde 1995. Lo que la mayoría de colombianos desconocen es que no todo el departamento ha estado sometido a los rigores de la guerra y que la zona norte y media, correspondiente a la capital Mocoa y el Valle del Sibundoy (limítrofe con Nariño), es una región tranquila, habitada por pueblos indígenas y campesinos que desde hace algunos años comenzaron a desarrollar la actividad turística en torno a los recursos naturales, hídricos y culturales. "El medio y alto Putumayo no han sufrido tanto la incidencia del conflicto, sin embargo la gente piensa que fue todo el departamento. En temas de imagen, Putumayo es frente a Colombia lo que Colombia es frente al mundo", afirmó David Pantoja, actual secretario de Productividad y Competitividad del departamento, y quien hasta hace poco era representante y líder de Canoying Putumayo, un proyecto de turismo de aventura que ha sido certificado a nivel internacional y que hoy en día se constituye en la punta de lanza del despertar turístico de esta zona del país. 
No en vano Putumayo fue seleccionado como uno de los cuatro pilotos de turismo y paz. Ya desde 2004, en medio de la mala imagen y del conflicto de la zona sur del departamento (Puerto Asís y Puerto Leguizamo, por ejemplo), comienza a visibilizarse la biodiversidad de la región con la creación del Centro Experimental Amazónico (CEA), un proyecto construido en las instalaciones de Corpoamazonía en donde se recibieron animales salvajes en cautiverio con la asesoría del Zoológico de Cali y se creó una especie de parque safari. Más adelante, la emprendedora Mildred Ortiz, tras ganar un proyecto de emprendimiento del SENA, creó el mariposario Paway a orillas del río Pepino, un atractivo que también abarca cabañas para alojamiento y una atractiva casa en un árbol. A estos desarrollos recientes se suma el turismo especializado que desde hace años se presenta en el Valle de Sibundoy, un territorio ancestral de los pueblos inga y kamentsa que comprende los municipios de San Francisco, Colón, Sibundoy y Santiago, y tiene en el Carnaval del Perdón, que se realiza en febrero, su gran atractivo. Son tres días de cantos y bailes, en donde la medicina tradicional indígena (no solo el yagé), es uno de los valores más apreciados por los turistas extranjeros
Se estima que en 2015 el departamento del Putumayo recibió alrededor de 8.500 turistas, jalonados también por la marca Putumayo Canoying, que desarrolla turismo de aventura en las cascadas del fin del mundo, cercanas a Mocoa; otro de los ejemplos de asociatividad que permiten pensar en el departamento como destino internacional en un futuro muy cercano.
Sin duda, con el anuncio de la firma del acuerdo inicial con las FARC y la inminente firma del tratado final, uno de los grandes beneficiados será el Putumayo, que podrá empezar a resolver los problemas que aquejan la zona sur. En esta zona hay trazos de camino inca, pinturas rupestres y un ecosistema amazónico en torno al río Putumayo, que son el gran potencial de departamento a medida que se vayan convirtiendo en producto de la mano de las comunidades. 

¿QUÉ VIENE PARA ‘TURISMO Y PAZ’?

De acuerdo con Javier Gómez, presidente de la Federación Colombiana de Ecoparques, Ecoturismo y Turismo de Aventura (Fedec) y quien ha colaborado muy de cerca con los cuatro procesos comunitarios, inicialmente se seleccionaron cuatro casos, pero existen y pueden existir muchos más en Colombia; por ejemplo en Guaviare, Guainía, Vaupés y Nariño. Gómez, quien en reiteradas ocasiones ha llamado la atención sobre la falta claridad en la destinación de recursos para el desarrollo del turismo en regiones afectadas por el conflicto armado, lidera desde la Fedec, la Corporación Turismo, Paz y Desarrollo, con el apoyo de Satena, una serie de talleres en regiones con estas características, para sensibilizar sobre las enormes posibilidades que tiene en turismo en la generación de oportunidades económicas en las comunidades.
“Hasta ahora se habla de la paz pero no se habla de presupuesto. La plata del posconflicto no es clara. Pero si tenemos hoy unas comunidades que antes sembraban coca y estaban vinculadas al conflicto, generando ingresos por actividades lícitas, eso ya un gran logro. Es un ejercicio de transformación social y cultural del territorio en donde la obras son necesarios pero no son tan indispensables”, señaló el líder gremial, que tiene entre sus logros haber sido el gestor del turismo de aventura en San Gil hace 20 años. Finalmente, Gómez manifestó la preocupación sobre lo que va a pasar con los inversionistas que lleguen a estas zonas que hoy revelan sus invaluables atractivos turísticos. “¿Van a incluir a las comunidades o las van a desplazar? ¿Quiénes se benefician? No se trata de que no haya inversión privada sino de cómo las comunidades y empresarios van a poder hacer buenas alianzas y fortalecerse en su territorio”, concluyó.

 

FUENTE: turismo-y-paz-de-la-retorica-a-la-realidad-

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